
Descifrando la enteropatía crónica en pacientes caninos
Una mirada a clasificaciones de tratamientos y perspectivas del pronóstico
GASTROENTEROLOGÍA
Una mirada a clasificaciones de tratamientos y perspectivas del pronóstico
>La enteropatía crónica (EC) describe una gama de signos gastrointestinales (GI) prolongados (>3 semanas) en animales que se sospecha tienen inflamación GI no definida y en los cuales aún está por definirse el éxito del tratamiento.1 Todos los perros con EC presentarán algún grado de inflamación GI y compartirán cambios similares en la riqueza, diversidad o composición de la microbiota en comparación con perros sanos.2 Sin embargo, su respuesta clínica y patológica es diferente con base en los tratamientos establecidos y se clasifican como enteropatía sensible a alimentos, enteropatía sensible a antibióticos, enteropatía sensible a inmunosupresores o enteropatía no sensible.
Estas clasificaciones de tratamiento tienen diferentes etiologías, pero los perros pueden presentar signos clínicos similares y requerir tratamiento mediante un enfoque multimodal que incluya una o más de estas categorías. Otra clasificación de la EC incluye a aquellos animales con pérdida de proteínas en el intestino, denominada enteropatía perdedora de proteínas. Un diagnóstico de enteropatía perdedora de proteínas se basa en la exclusión de enfermedades neoplásicas, parasitarias o infecciosas intestinales, y la presencia de enteropatía perdedora de proteínas con EC sugiere una tasa de respuesta al tratamiento y un pronóstico más reservados.3
Un diagnóstico de enteropatía perdedora de proteínas se basa en la exclusión de enfermedades neoplásicas, parasitarias o infecciosas intestinales.
Enteropatía sensible a alimentos
La enteropatía sensible a alimentos es la forma más común de EC en perros, representando entre 50% y 65% de casos. Estos incluyen signos gastrointestinales asociados a la dieta causados por mecanismos inmunológicos, no inmunológicos o ambos. Las causas no inmunológicas incluyen pacientes con antecedentes de intoxicación (bacteriana, fúngica, otras toxinas), reacciones farmacológicas o una reacción idiosincrásica (metabólica, intolerancia alimentaria o indiscreción alimentaria). Puede ser clínicamente difícil distinguir entre causas inmunológicas y no inmunológicas en un paciente con signos principalmente gastrointestinales; sin embargo, se cree que la mayoría de los casos con reacciones alimentarias agudas se deben a intolerancias alimentarias.4 Generalmente, se elige primero una dieta altamente digestible o enriquecida con fibra en perros con enfermedad GI relativamente leve y sin signos cutáneos que sugieran una alergia alimentaria subyacente. Las dietas enriquecidas con fibra (>40 g de fibra dietética total/Mcal) o cáscara de psyllium como aditivo (2-3 cucharaditas/kg/día) son particularmente adecuadas para pacientes con enfermedad del intestino grueso.5 Las dietas bajas en grasa (<0 g de grasa/Mcal de Energía Metabolizable) o las dietas ultra bajas en grasa preparadas en casa (<15 g de grasa/Mcal de Energía Metabolizable) se consideran generalmente para perros con linfangiectasia o enteropatía perdedora de proteínas idiopática, aunque pueden requerirse dietas con proteínas hidrolizadas o novedosas en algunos pacientes que no responden a la manipulación inicial de macronutrientes en la dieta.6,7
Las causas inmunológicas, tales como alergia alimentaria, describen una respuesta inmunitaria atípica a ciertos ingredientes alimentarios, la cual desencadena un trastorno inmunitario mediado por IgE, no mediado por IgE o, en casos raros, una respuesta de hipersensibilidad de tipo retardado.8 Aunque la patogénesis no se comprende por completo, la intolerancia a los antígenos alimentarios probablemente surge de la predisposición genética, alteraciones en la permeabilidad GI, vigilancia inmunitaria local y disbiosis del microbioma intestinal. Los perros menores de 12 meses son más propensos a desarrollar alergias alimentarias. Los alérgenos más comunes que provocan una respuesta en caninos incluyen carne de res, lácteos, pollo y trigo.9 Los setters irlandeses con enteropatía sensible al gluten y los border terriers con discinesia paroxística sensible al gluten también se incluyen en la enteropatía sensible a alimentos.10,11
Los perros con sospecha de alergia alimentaria suelen responder mejor a una dieta con una proteína novedosa, proteína hidrolizada, proteína con ingredientes limitados o ingredientes caseros.12 La selección de una dieta adecuada se basa en un análisis exhaustivo del historial dietético del animal; sin embargo, cada vez es más difícil obtener una proteína novedosa que una mascota no haya consumido previamente y sin la posibilidad de contaminación cruzada con otras proteínas animales no indicadas en la etiqueta.13 Las dietas hidrolizadas eliminan la necesidad de encontrar una fuente de proteínas novedosas y, en teoría, no deberían provocar una respuesta inmunitaria con proteínas de un peso molecular superior a 5 kDa. Sin embargo, la eliminación completa de la antigenicidad de las proteínas no siempre es posible, y se debe elegir una proteína hidrolizada o una fuente de proteína no animal para un perro que se sospecha que es sensible a proteínas.14
La mayoría de los perros con enfermedad GI sensible a alimentos muestran una mejoría dentro de los 14 días posteriores al cambio de dieta, con un pronóstico de bueno a excelente,15 aunque la respuesta es individualizada y depende del nutriente (p. ej., intolerancia a la grasa, sensibilidad a la fibra) o del ingrediente manipulado (tal como alergia al pollo o la carne de res). Se requieren múltiples pruebas dietéticas antes de determinar si una mascota no responde a los alimentos. Si el animal responde positivamente a una dieta de eliminación sin recaídas al volver a su dieta original (o a sus componentes), se considera menos probable que se trate de una alergia o intolerancia alimentaria.12